Hacer entrar a un perro en «vereda»
Tradicionalmente casi todo a lo que llamamos hacer entrar en vereda a un perro, hacer la mili, o adiestramientos rápidos que prometen soluciones mágicas a todos los problemas existentes, pasan por obligar y doblegar física, psicológica y emocionalmente a un perro. No darle otra opción que no sea obedecer en cualquier momento que nosotros deseemos y castigar siempre la supuesta desobediencia.
Si no lo hace, pues se le obliga tirando de aversivos más suaves de principio en el mejor de los casos, como puede ser una voz o un tirón de correa. Si entra en el “adiestramiento” esas serán las bases para su manejo durante toda su vida. Limitando así su mundo y sus capacidades a desarrollar como perro e individuo.
Si no lo hace, esos aversivos irán subiendo de intensidad o se plantearan el uso de materiales de tortura como son collares estranguladores, con púas, eléctricos… hasta conseguir el objetivo que es cortar la conducta a través del miedo o imposición.
Todo eso expuesto directamente en el momento de estallido máximo de exposición al problema. Trabajándolo de forma directa sin tener en cuenta otros factores muy importantes, tales como el historial del perro, posibles traumas, manejo y capacidad de aplicarse y aprender de su guía, rutinas diarias, antecedentes… mucha información necesaria para poder hacer una intervención en el comportamiento de un perro realmente efectiva y con garantías de evolución y futuro.
Maquillando más o menos el proceso dependiendo del charlatán que lleva a cabo estos procesos “terapéuticos” se podría simplificar y generalizar el protocolo de trabajo de la siguiente manera. Habiendo una infinidad de pequeñas variaciones que por supuesto siempre se argumentaran. Tales como dar un aversivo y usar también premios cuando lo hace bien, “positivizar” algunos elementos aversivos para que el perro parezca que lo disfruta o que no le pasa nada… y un sinfín de excusas para argumentar el uso licito de este tipo de estrategias y parafernalia de la época de la inquisición.
Se expone al perro al supuesto problema en su momento de estallido máximo. Momento en el cual el perro es incapaz de pensar lo que esta haciendo y lo único que puede hacer es reaccionar debido a que no entiende la situación. Ese comportamiento se da o bien directamente por miedo y o por refuerzos por parte del guía sin darse ni cuenta. Si el perro estalla o reacciona de una manera que no es la que a nosotros nos gusta se le aplica un aversivo o bien para que deje de reaccionar al problema o bien para que nos haga caso a nosotros. Realmente la mayor parte de veces que he visto este tipo de trabajaos ni el perro, ni el guía ni el supuesto “adiestrador” tenían el proceso demasiado claro de que es lo que intentaban conseguir o explicar al perro… También hay que decir que en algún profesional sí que se le ha visto algo más de tablas y coherencia en sus actos. Aunque siempre mal planteado el problema bajo mi punto de vista u omitiendo unas consecuencias indeseadas para el perro y afectando a nuestra relación con él. Por culpa de la vaguería y comodidad por parte del propietario en hacer un trabajo ética y profesionalmente más efectivo, prefiriendo anteponer sus deseos y querer que el perro deje de ser perro para convertirse en una pequeña maquina obediente inanimada y sin emociones que tener en cuenta.
Si no nos hace caso en ese momento empieza el despliegue para someter al animal. La pauta a seguir es subir la intensidad de ese aversivo o la utilización de otras herramientas más potentes para infligir dolor bajo el falso nombre de educación o adiestramiento. Pero a las cosas hay que empezar a llamarlas por lo que son a estas alturas de la sociedad. Son herramientas de tortura tal cual. Y por suerte ya se están prohibiendo en varios países del mundo al igual que se empiezan también a penalizar su uso en territorio español como es Cataluña.
Hay algunos que por su naturaleza, historial de maltrato o abandono y muchos otros factores que intervienen en lo que la gente comúnmente llama “tener un perro”, no entran en la dinámica y terminan en indefensión aprendida. Dejando a un animal bastante tocado para que pueda enfrentarse a la vida. Por supuesto que en el mejor de los casos el problema no se soluciona. Sino que queda bajo medio control.
No se puede controlar siempre las 24h, así que tarde o temprano el problema aparece y lo hace de forma muy desproporcionada ya que ha habido una carga emocional negativa muy fuerte durante mucho tiempo para controlar o cortar esa situación directamente con el miedo a las consecuencias de sus actos. El perro no aprende, evita para sobrevivir y eso estropea mucho el vínculo y la relación que tenemos con él, entre otras muchísimas consecuencias que tienen este tipo de técnicas para la salud física, mental y emocional del perro.
Tener un perro implica tener que pensar y gestionar su vida, cosa que la mayoría de personas no están preparadas ni quieren aprender a hacerlo. Es indiscutible que una relación de esclavitud controlada encima por la fuerza nos pone en una situación muy cómoda a la hora de querer ver el mundo de los perros y su consiguiente trato. El argumento de la falta de tiempo es algo común que utiliza la gente para curar su conciencia o para auto justificarse a la hora de someter a un animal. El autoengaño es una cualidad muy humana. Pese que por muchos años que se haya hecho así, está más que demostrado que no es una manera ni ética, ni funcional para establecer una relación con nuestro perro.
La actualidad entristece un poco a día de hoy la verdad. Con toda la información que tenemos a nuestro alcance y los avances en materia canina de las últimas décadas, parece mentira que veterinarios, adiestradores, peluqueros, asociaciones de defensa animal y el sector de las perreras, así como simples propietarios de perros aun no tengan claros estos conceptos a estas alturas de la evolución humana. Es imprescindible empezar a distinguir entre ciencia y estadística de falsos mitos o soluciones milagrosas que no se consiguen sin coherencia, dedicación, esfuerzo y conocimiento.